Introducción
Castril se haya situado en una zona de alto valor estratégico y punto clave en las vías de comunicación naturales entre el Altiplano de Granada, el Alto Guadalquivir y la zona de Murcia; esto hizo que desde el Neolítico haya sido habitado y codiciado por las sucesivas culturas a lo largo de la historia.
Los restos arqueológicos hallados en la Peña y alrededores nos hablan de sucesivas ocupaciones de la misma, siendo elegida por su imponente presencia y el abrupto entorno, con paredes casi verticales en prácticamente todo su perímetro y el infranqueable cañón del río Castril le ofrecía una privilegiada situación y facilidad defensiva, disuadiendo al posible invasor.
Los romanos fundaron en ella un pequeño campamento militar o «castro» (de donde podría venir su nombre actual) y desde entonces parece estar habitada. Tras la conquista musulmana la Peña siguió siendo utilizada como baluarte, los almohades desde el siglo XI comenzaron la construcción del castillo, aunque pudo haber comenzado en el siglo IX, pero la estructura actual se debe a los nazarís.
La fortaleza ya aparece citada por el geógrafo granadino Al-Zuhri que dice que en ella hay «una piedra plana de la que brota agua suficiente para mover ocho molinos«. También en 1165 es citada en la crónica de Ibn Sahib al-Salá sobre el avance del ejército almohade que desde Granada remontaron por aquí para atacar la ciudad de Murcia.
Con el avance cristiano en Jaén y Murcia por Fernando III el Santo, desde la segunda década del siglo XIII, Castril se convirtió en una zona clave frente a los cristianos, especialmente la Encomienda de Segura, de la Orden de Santiago, y el Adelantamiento de Cazorla, señorío del Arzobispo de Toledo desde 1231, lo que hizo que Muhammad I, rey de Granada y fundador de la dinastía nazarí, conocido como Alhamar, tuviese claro que había que reforzar toda la zona como defensa hacia los cristianos.
Castril fue un punto muy importante en esa línea defensiva ya que controlaba los pasos naturales hacia Murcia y Cazorla por lo que el castillo fue reforzado llegando a su máximo esplendor en esa época. Sin embargo la plaza cambió de manos en diferentes ocasiones: en 1285 pasa a dominio de la Orden de Santiago, aunque posteriormente volvió a manos musulmanas.
Las continuas escaramuzas continuaron bastantes años hasta que en 1488 Castril se rindió al ejército de los Reyes Católicos definitivamente. Estos entregaron el Castillo y su territorio en señorío a Don Hernando de Zafra, su secretario real e impulsor de las negociaciones para la entrega pacífica de varias plazas de la zona.
El castillo de Castril es un excelente ejemplo de lo que eran los castillos fronterizos en la época islámica en España en los que la topografía del lugar era decisiva a la hora de elegir sus emplazamientos, siendo la Peña ejemplo claro y perfecto de ello, adaptando las estructuras (torres, murallas y puertas) a las rocas, desniveles y promontorios. En el caso de Castril parece que es la misma naturaleza la que hizo el castillo y no el hombre, casi confundíendose en un todo.
Siguiendo la costumbre en estos castillos fronterizos la fortaleza se compone de diferentes niveles: el superior dedicado exclusivamente a su uso militar y como último bastión frente al enemigo, el inferior dedicado a la población civil y las familias de los defensores, excepto la de la alta jerarquía que solía vivir en el recinto superior, y refugio para los habitantes de la zona cercana en caso de ataques. Las torres servían como atalayas de vigía y defensa ante posibles ataques utilizando las rocas como base y apoyo.
Asimismo parece que en el recinto exterior de la fortaleza propiamente dicha había otras casas agrupadas en lo que hoy se conoce como las calles «Villa Alta» y Villa Baja» con una pequeña muralla protegiéndolas y su propia puerta de entrada, el actual «Arco de la Villa«.
Tras la fundación del Señorío de Castril, en 1490, el castillo se continúo usando como guarnición militar hasta la desaparición del señorío en 1838, año en el que parece que fue abandonado al no mantenerse ya la guarnición militar. Tras esto fue «ocupado» por la población de Castril que lo utilizó como cementerio y del que parece extrajeron piedras para otras edificaciones llevando el recinto casi hasta la desaparición total de murallas y algunas torres.
En 1998 y 2003 se realizaron intervenciones arqueológicas que sacaron a la luz un aljibe en el recinto superior y las escaleras que conducían a la torre del homenaje. Pero no ha sido hasta las intervenciones realizadas en el recinto durante los años 2011-2013, de cara a la rehabilitación y puesta en valor del castillo, cuando se ha conocido con mayor detalle, y casi en su totalidad, el sistema defensivo del castillo así como la distribución interior de las edificaciones del mismo. Cabe destacar la localización de una mezquita en el recinto superior, así como dos aljibes, y las puertas de acceso a los diferentes niveles de la fortaleza.
Al iniciarse esta última intervención casi no podía apreciarse nada de la estructura del castillo, por lo que hubo que realizar una importante limpieza del entorno antes de comenzar, tarea que incluyó el vaciar casi 1000 tumbas de la época de su uso como cementerio local.
Pero mejor dejar a los autores de la excavación y la restauración que nos lo expliquen:
En 2011, cuando se inician las obras para la restauración del castillo de Castril, apenas podían percibirse algunos rastros de esa imponencia que suponía la antigua fortaleza. Se mantenían las singulares características naturales que propiciaron, en su día, la elección de esta peña con lugar estratégico, pero eran escasos los vestigios de la imponente construcción que allí se alzó durante siglos. Era, por tanto, necesario realizar una ingente tarea de limpieza del castillo de Castril para identificar las estructuras primarias del conjunto y, al menos, recuperar un número suficiente de indicios que permitiesen interpretar las auténticas proporciones del monumento.
Esta tarea ocupó los primeros meses de la intervención en el castillo de Castril y con mucho trabajo, un poco de intuición y otro tanto de suerte, se fueron localizando importantes tramos de estructuras y fábricas y terminaron saliendo a la luz torres, murallas, escaleras, estancias, aljibes, patios, pavimentos… en definitiva, elementos más que suficientes para reconocer la formalización del castillo y su configuración general.
En la zona superior se establece el recinto militar perfectamente parapetado entre los riscos que le sirven de sustento para la ejecución de las torres; la distribución de las mismas se realiza aprovechando los peñones que de modo rítmico jalonan el perímetro de la cumbre. En realidad, la propia naturaleza ya había construido la fortificación y la mano humana solo tuvo que complementarla. A veces, los tajos que forma la roca (desniveles que alcanzan los 50 m.) eran más que suficientes para hacer las funciones defensivas por lo que en esos tramos no fue necesario añadir ninguna estructura. Fábricas de mampostería, con piedras del lugar tomadas con morteros de cal, se alzan envolviendo las rocas, en ocasiones talladas para su apoyo, ofreciendo al enemigo unas proporciones inexpugnables y al señor que lo ocupa un absoluto control del territorio. La restauración del castillo de Castril ha querido mantener y evidenciar esa relación entre la roca natural como sustento y la piedra colocada que hace de piel, de modo que cuando crecen los lienzos conservan la referencia de la base y no la ocultan en su totalidad.
Un segundo recinto amurallado, en la zona de levante, corresponde al asentamiento de la población civil que lo utilizaba como refugio en los períodos de hostigamiento. La fértil margen del río, aguas abajo de la peña, proporcionaba abundante sustento en etapas de concordia. A media altura entre el núcleo actual y la zona militar, este espacio fue muy alterado durante la ocupación cristiana de la fortaleza y apenas se han documentado estructuras, si bien, existen evidencias de pequeñas construcciones que estuvieron adosadas a las rocas y murallas. En las obras de restauración del castillo de Castril se ha respetado la configuración previa, manteniéndose la plataforma existente. La localización de una torre con estancia al interior en este nivel intermedio ha propiciado la restitución de su volumen, que para no sobrecargar la base, se ha realizado con una estructura ligera (pilares y chapa metálicos) y revestimiento con mortero de corcho, consiguiendo una correcta integración tanto formal como material.
Los importantes desniveles en todo el conjunto han obligado a establecer un criterio que diera continuidad y coherencia a la intervención pero, a su vez, permitiese su adaptación a los distintos tramos, dimensiones, etc. Se ha utilizado hormigón de color blanco marfil en todo el desarrollo de escaleras si bien, con diferentes secciones en cada caso y con especial singularidad en la que discurre a los largo del lindero de poniente formalizando la alineación de la muralla, generando un recorrido a modo de mirador hacia la estructuras de la fortaleza y permitiendo la subida a la que fue torre del homenaje. No obstante, la intervención global de puesta en valor del castillo de Castril requería la vinculación de recorridos entre la pasarela del río, el acceso a la fortaleza y el propio centro de la población lo que permite augurar un mejor aprovechamiento de los recursos específicos del municipio en favor de su desarrollo y, lo que es aún más importante, un mayor conocimiento, difusión y protección de este entorno tan singular. Otros elementos como mobiliario urbano, vegetación e iluminación monumental, completan unas obras cuyo objetivo ha sido devolverle al castillo la presencia que tuvo en el entorno, contribuyendo lo imprescindible para su entendimiento y procurando no destacar con las aportaciones por encima de las preexistencias.